Cada Día

Cada Día

diciembre 15, 2021 0 Por Gabriel Soberanis

Lo sé, no es tú culpa, nunca lo fue y nunca lo será. Es mi necedad y mi soberbia, fue mi deseo de que fueras aquella luz resplandeciente ese fuego inagotable; esa hermosa mujer que en aquella época resaltaba sobre todas las demás que te rodeaban. Esa que sin necesidad de decirlo abiertamente proclamaba “¡estoy aquí!” en cada foto y lugar donde te mostrabas.

Todo solo era una admiración que ahora veo fue inmerecida; un temor que me hacía repetirme cada día en silencio “por favor, que nunca suceda”, y que como triste profecía sucedió inevitablemente.

No, tú no tienes la culpa y nunca la tendrás, solo fue mi absurda fe en tu espíritu salvaje, en tu supuesta rebeldía; en esa aparente promesa de que nunca cederías a los más común y ordinario de la vida, y que ahora, al igual que otras muchas que te rodean, lo maquillas y lo haces ver como maravillosa existencia.

Ahora entiendo que creí en ti, mucho más de lo que nunca podrás creer en ti misma; que todos aquellos que decían con desdén, menosprecio y a veces hasta con burla “¿¡es en serio, ella!? Cada vez que te veían, al final tuvieron razón y vieron perfectamente el camino que tomarías.

Desearía solo conservar esa imagen de cuando te conocí, cuando parecía que irías en contra de la corriente y te revelarías a ese supuesto destino que te marcaba y serías diferente a esas mujeres de tu pasado, pero no es posible. Solo puedo recordarte como eres ahora; porque tristemente como tú, miro a cientos de personas caminando diariamente por la calle.

Gabriel Soberanis

Bitácoras de Olvido