
Goliat

Lo recuerdo bien, pequeño pero no tímido; débil pero con un gran coraje. El día que lo hallé, sus patitas temblorosas a penas lo podían sostener. Con ojos grandes y profundos me escudriño de arriba abajo, buscaba encontrar en mí la simpatía necesaria para poder acercarse.
No puedo negar que no esperaba ese día encontrar en la carretera una criatura como lo era ese pequeño cachorro. Yo, de seca y reservada actitud siempre me había manejado de forma solitaria; las largas jornadas autoimpuestas y una cierta tristeza que me invadía desde la partida de mis padres, no dejaban tiempo para preocuparme por mascotas o nuevas relaciones…
«Goliat»
Gabriel Soberanis